viernes, 3 de agosto de 2018


Migración: Reflexiones sobre establecidos y extranjeros.
Autor: Claudia Mardones

La Migración es un tema que nos es cada vez más familiar y aunque tal vez no sepamos con exactitud cómo definirlo técnicamente, sabemos que consiste en el flujo o movimiento de personas de un lugar a otro.

Según el último censo realizado el 2017[1], la población total de Chile alcanza unas 17.574.003 personas, de los cuales 7.112.808 viven en la Región Metropolitana. En esta región, un 7% corresponde a migrantes internacionales y un 10 % pertenece a pueblos originarios.

Como sabemos, la Migración es un proceso a nivel mundial. No somos los únicos que nos hemos tenido que acostumbrar a compartir con personas que tienen otras costumbres, otras creencias e incluso otro idioma. Seguramente habrán escuchado sobre el muro entre Estados Unidos y México, que el presidente D. Trump está muy interesado en construir para frenar la migración, o la triste noticia de los niños que hace poco fueron separados de sus padres, también en Estados Unidos y que, poco a poco, intentan volver a reunir después del repudio mundial.

Para algunas personas, la llegada de estos extraños que llaman a la puerta, “tiende a causar inquietud precisamente por el hecho mismo de ser extraños, es decir aterradoramente impredecibles, a diferencia de las personas con las que interactuamos a diario” (Bauman, 2016:15). Lamentablemente, la migración también ha generado un aumento de conductas xenofóbicas, racistas y chovinistas.[2] Y como dijo el pastor bautista, Martin Luther King, los seres humanos “hemos aprendido a volar, como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”.

El tema que nos convoca se inspira en un ensayo sociológico realizado por Nolbert Elías, titulado “Ensayo acerca de las relaciones entre establecidos y forasteros”[3]. Allí, el autor estudió cómo son las relaciones en una comunidad urbana, llamada Winston Parva, la cual mostraba una profunda división en su interior entre dos grupos de clase obrera: los establecidos y los forasteros. Lo interesante del estudio, es que es posible observar este mismo tipo de relación entre otros tipos de grupos, “bien se trate de…blancos frente a negros, gentiles frente a judíos, protestantes frente a católicos, y viceversa, hombres frente a mujeres…” (Elías, 1965: 220) que al igual que los establecidos de esta comunidad, se perciben así mismos como superiores y mejores seres humanos que los forasteros, a quienes veían como inferiores. Este ensayo, por lo tanto, puede servir como un modelo aplicable a otras figuraciones más complejas. El autor asegura que esta “es la misma imagen de sí mismos habitual entre aquellos grupos que, en lo concerniente a su grado de poder, son superiores a otros grupos interdependientes” (Elías, 1965: 220).

¿Pero a qué conclusiones llegó? N. Elías se dio cuenta que los establecidos evitaban todo tipo de relación con los recién llegados, los excluían, los consideraban desarraigados, por eso los denominaban forasteros. Pero, además, los estigmatizaban, los creían mal educados y sucios, por lo cual los consideraban inferiores. Mientras que los forasteros, parecían aceptar estos calificativos, señala el autor, con una resignación desconcertante. Lo curioso es que no había ninguna otra diferencia entre ellos, no había diferencia de clases social, ni ocupación (eran todos obreros), ni de nacionalidad, ni de origen étnico o color de piel, lo único que los diferenciaba era haber llegado a esa comunidad en tiempos diferentes, unos eran residentes antiguos y otros eran recién llegados.

Pero ¿Qué llevaba a los establecidos a erigirse como superiores ante los forasteros? El autor llega a la conclusión que los establecidos, tenían un grado de cohesión grupal que les permitía una identificación colectiva y la construcción de normas valoradas y respetadas a nivel de comunidad. Esa cohesión grupal ejercía al mismo tiempo un alto grado de control social, lo que facilitaba el distanciamiento con el grupo extraño de forasteros. Estos últimos eran extraños no solo para los establecidos, sino también entre ellos mismos.

Pero ¿Qué relación encontramos entre los establecidos y los forasteros de N. Elías, y el tema que nos convoca -Migración: Relaciones entre establecidos y extranjeros?
Nuestra sociedad actual día a día se está conformando y configurando con la llegada de nuevos individuos, que tal vez percibimos como extraños ya que son de otras naciones, tienen una cultura diferente, otras costumbres y prácticas, hablan otros idiomas, practican otra religión, etc. Y también es probable que, por vivir en esta ciudad, al momento de la llegada de los inmigrantes nos sintamos con más derechos que ellos, nuestros lazos de amistad estén más cohesionados, y gocemos de un cierto estatus en el trabajo o la iglesia, lo que nos hace sentir mejores. No obstante, es posible también que estemos pensando en algún amigo extranjero, al que hemos aprendido a querer y aceptar, pero ¿Nos pasa lo mismo con todos los extranjeros que están llegando a nuestro país? ¿Cómo son nuestras relaciones con aquellos que sentimos o percibimos como extraños? ¿Será que nuestra cohesión grupal, nos hace tener un trato diferencial con algunas personas? O ¿Podemos decir que nuestras relaciones interpersonales son horizontales, de igual a igual con todos?

Para muchos, la llegada de olas migratorias causa más bien temor, se piensa, tal vez, que su llegada puede alterar la posibilidad de conseguir alguna vivienda social, u obtener algún trabajo ya que, al aumentar la obra de mano más barata, o quizás al revés, al aumentar la oferta de trabajadores cualificados, las posibilidades de empleo son menores. Quizás para otros el temor está asociado al aumento de la violencia, el cual vinculan consciente o inconscientemente con la llegada de algunos extranjeros.

Mantener la paz y el orden en la sociedad es algo que todos deseamos, pero es algo que se teme perder cuando llegan personas que no conocemos o que no conocen nuestras leyes. Existe el temor a que los extraños desestabilicen la cohesión que como comunidad hemos construido.

¿Pero qué pasa con los extranjeros, qué sensaciones, qué pensamientos traen? Por lo general, incertidumbre, desesperanza, ilusiones rotas, etc. Si bien podemos agrupar a los inmigrantes en dos grupos generales, a unos que migran por decisión propia buscando mejores oportunidades en educación, trabajo y a otros que migran porque no tienen otra opción, porque han tenido que escapar de sus países debido a guerras, conflictos políticos, persecución religiosa, o porque de donde vienen no hay nada que los impulse a salir adelante, debemos reconocer que cada inmigrante trae consigo una historia singular, una realidad vivida irrepetible. Podríamos hacernos una vaga idea sobre sus sentimientos, sensaciones, pero sólo son comprendidos por aquellos que han vivido circunstancias similares como extranjeros y que, en muchos casos, han tenido que aceptar un trato humillante por parte de los establecidos.

La teóloga Nancy Bedford (2016), trabajó el tema de la migración desde su propia experiencia al vivir como extranjera. La autora plantea que Jeremías 29: 5-7 fue un pasaje bíblico inspirador en esa etapa de su vida.
«Construyan casas y habítenlas; planten huertos y coman de su fruto. Cásense, y tengan hijos e hijas; y casen a sus hijos e hijas, para que a su vez ellos les den nietos. Multiplíquense allá, y no disminuyan. Además, busquen el bienestar de la ciudad adonde los he deportado, y pidan al Señor por ella, porque el bienestar de ustedes depende del bienestar de la ciudad».
Jeremías 29:5-7 (NVI)
Pero ¿Por qué era tan importante, establecerse para los israelitas cuando fueron exiliados en Babilonia y no pensar que sólo estaban de paso? Porque era la nueva tierra que Dios le había dado, no habría otra por un largo tiempo. Y mientras ese lugar tuviera paz y bienestar, ellos también podrían tener una vida de paz. La autora, no obstante, aclara que este ejercicio de “plantar, construir o traer hijos al mundo en este contexto no constituye una simple asimilación a la cultura dominante, sino que es una forma de resistencia y de negociación que permite recrear la cultura y las creencias de origen en una nueva situación”, la autora incluso agrega que la “asimilación de Jeremías 29 no apunta a un suicidio cultural…sino todo lo contrario (Bedford, 2016: 280). La idea de habitar otro lugar, con otras creencias y culturas, si bien puede incluir un proceso de adaptación al nuevo medio, a los modismos del lenguaje o a ciertas prácticas, no significa borrar la propia identidad, sino todo lo contrario, significa recrear y resignificar las creencias y la cultura de origen. Como señala Bedford es una forma de negociación entre lo local y la cultura de origen, para la configuración de la propia subjetividad. De esta manera, debieron “reinventarse como pueblo seguidor del Dios del Éxodo, dando pie al judaísmo de la diáspora que ha podido mantenerse de diversas maneras hasta hoy” (Bedford, 2016: 280).

Tengamos presente que nuestra forma de referirnos o tratar a los demás afecta la construcción de identidad de los demás, pero también nuestra propia identidad, quién creemos ser. De ahí la importancia del respeto al otro, respeto al extranjero, al que es profesional y viene con una buena situación económica, pero también a aquellos que no han tenido la oportunidad de superación. Si bien entre ellos y nosotros hay diferencias externas, ya que cada ser humano es único, ante el Señor, nuestro creador no. “Tú y el extranjero son iguales ante el Señor” (Núm. 15:15).
Recuerdan ¿Qué le dijo Dios al pueblo de Israel, sobre cómo tratar a los extranjeros?
“Cuando algún extranjero se establezca en el país de ustedes, no lo traten mal.  Al contrario, trátenlo como si fuera uno de ustedes. Ámenlo como a ustedes mismos, porque también ustedes fueron extranjeros en Egipto. Yo soy el Señor y Dios de Israel”.
Levítico 19:33 y 34  (NVI)
Dios no quería que Israel olvidara su pasado como extranjero, ya que teniendo en la memoria lo que es vivir como extranjero, les sería más fácil amar y dar un buen trato a los extranjeros que habitaban en medio de su comunidad.
En Jeremías 22:3  (NVI) también encontramos:
“Así dice el Señor: ‘Practiquen el derecho y la justicia. Libren al oprimido del poder del opresor. No maltraten ni hagan violencia al extranjero, ni al huérfano ni a la viuda, ni derramen sangre inocente en este lugar”
Nuestro deber como hijas de Dios, es acoger al extranjero en nuestra sociedad y en nuestra comunidad. Debemos ver a los extraños como uno de nosotros, y reconocer que tienen el mismo derecho a vivir y establecerse en esta tierra. Debemos orar por ellos para que les vaya bien, igual como queremos que nos vaya a nosotros. Recordemos las palabras de Pedro en Casa de Cornelio:
“Ahora comprendo que en realidad para Dios no hay favoritismos”
Hechos 10:34b (NVI)
Como hijas de Dios, también debemos, practicar nuestra fe sin favoritismos.
Hermanos míos, la fe que tienen en nuestro glorioso Señor Jesucristo no debe dar lugar a favoritismos.
Santiago 2:1(NIV)
Además, debemos reconocer que todos estamos de paso en esta tierra, y que nosotras, como hijas de Dios, somos extranjeras en este mundo, ya que nuestra verdadera ciudadanía está en los cielos:
En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador,       el Señor Jesucristo”.

Filipenses 3:20 (NVI)



Bibliografía
Elías, N. (1965). “Ensayo sobre las relaciones entre establecidos y forasteros”. Disponible [En Línea] https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/832111.pdf, consultado el 13 de julio de 2018
Bauman, Z. (2016). Extraños llamando a la puerta (1ªEd.). Buenos Aires: Paidós.
Bedford, N. (2016). “La subjetividad teológica en movimiento: reflexiones desde una teología feminista en la migración”, en Teología feminista a tres voces (pp.277-310). Santiago de Chile: Ediciones Universidad Alberto Hurtado.


[2] La xenofobia es el miedo, rechazo, desprecio u odio al extranjero, puede incluir agresiones verbales o físicas. El término chauvinismo o chovinismo hace referencia a la preferencia excesiva por todo lo nacional con desprecio de lo extranjero.
[3] Este trabajo lo realizó en conjunto con  John L. Scotson, en 1965. Disponible [En Línea] https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/832111.pdf, consultado el 13 de julio de 2018

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