jueves, 19 de marzo de 2020


Aislamiento Social

Claudia L. Mardones Bahamonde


En estos días hemos sido alertados por una nueva crisis que debemos enfrentar y no solo como chilenos, sino como ciudadanos de un mundo globalizado. La crisis sanitaria, generada por la propagación del COVID-19, nos ha llevado a tomar medidas extremas, entre ellas el aislamiento social, que permitiría, al menos en parte, una disminución en la propagación, sobre todo, en la población de más alto riesgo, como son las personas inmunodeprimidas, pacientes críticos y personas de la tercera edad. Es muy importante seguir los lineamientos e instrucciones que nos entregan las entidades sanitarias, no solo pensando en nosotras mismas, sino en el otro, en aquel que es más vulnerable y al que le podemos transmitir el virus. Según el Ministerio de Salud[1], hoy hay 342 contagiados oficialmente, los que en su mayoría son de la región metropolitana.
Este tiempo de aislamiento social, si bien, puede generar en nosotros sentimientos de desconcierto, angustia, etc., debido al encierro y al caos que escuchamos por los medios de comunicación, también puede ser un buen tiempo para realizar otras actividades que hemos postergado por el trabajo fuera de casa o incluso al interior de ella.
La teóloga Silvia Martínez Cano, escribió un artículo muy interesante titulado: “Recuperar la voz, ejercitar la expresión, liberar la pasión por Dios”, en el que plantea la importancia de fortalecer nuestra relación con Dios. Ella sostiene que debemos tener momentos en los que dediquemos tiempo a construir una espiritualidad profunda, a través del estudio riguroso de las Escrituras.  Pero lo interesante de su propuesta es que esta espiritualidad profunda no significa una evasión de la realidad, es decir, un asilamiento e indiferencia de lo que ocurre en el mundo de la vida cotidiana, sino muy por el contrario, llama a recuperar la voz en los espacios públicos y comunitarios y a tener una presencia activa en la sociedad.
La autora rescata el relato de María Magdalena con Jesús la mañana de la resurrección. Esta mujer fue la primera en ver al Mesías resucitado. En ese encuentro, María vio cara a cara al Señor, y fue encomendada por él mismo a transmitir el mensaje de la resurrección a su comunidad. Recordemos que las mujeres, en aquella época, no eran consideradas y valoradas al mismo nivel que los varones y que no gozaban de la misma credibilidad y respeto en la sociedad. Pese a ello, nuestro Señor Jesús sí confió en ella para que trasmitiera ese mensaje.
Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios.
10 Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con él, que estaban tristes y llorando.
11 Ellos, cuando oyeron que vivía, y que había sido visto por ella, no lo creyeron.     (Marcos 16:9-11)
En muchos relatos bíblicos las mujeres no aparecen con un papel tan visible, al igual que en muchas de las historias que nos relatan el pasado de la humanidad. Y si bien, en la actualidad, las cosas han cambiado bastante, aún se ven espacios en los que las mujeres son silenciadas e invisibilizadas.
Siguiendo a Martínez Cano[2], esta invisibilización nos ha hecho no sacar la voz en la sociedad; nos ha acostumbrado a no tener una opinión propia que se exprese en el espacio público y comunitario.
“La invisibilidad como voces que se silencian nos ha alejado de la expresión pública y comunitaria de lo vivido y sentido” (Martínez, 2016: 235)
Podríamos aprovechar este tiempo de aislamiento social para fortalecer esa relación profunda con Dios, para tener nuestro propio encuentro con el Señor, y aprender a recibir de él el mensaje de esperanza en medio de este contexto de crisis, que tiene sumidos en la angustia y desesperación a muchas y muchos. Nuestro desafío es ser como María Magdalena, llevar un mensaje de esperanza en medio de una situación de angustia y desconsuelo.
Una espiritualidad profunda, siguiendo a la teóloga antes mencionada, no sólo permite una sanidad personal y el fortalecimiento de nuestra propia identidad, es decir, valorarnos a nosotras mismas y reconocer que con la ayuda de Dios podemos lograr muchas cosas, sino que también, nos capacita para bendecir a otras personas y ayudarles en sus procesos de restitución y sanidad. Es por ello que Martínez Cano nos insta a fortalecer nuestras redes de apoyo, ya que en ellas podemos compartir experiencias y aprender de ellas de manera comunitaria, pero, sobre todo, nos permiten conocer otras realidades que conviven en medio nuestro y de las cuales no podemos ser indiferentes.
Debemos aprovechar estas instancias de aislamiento para desarrollar una espiritualidad más profunda, no para seguir invisibilizadas o silenciadas, sino para que, llegado el momento, podamos salir del encierro y recuperar la voz en medio de nuestra comunidad y nuestra sociedad. A medida que nuestra relación se hace más sólida y profunda con Dios, tendremos más que entregar a aquellos que sufren y enfrentan momentos de crisis, ya sean crisis sanitarias, económicas, sociales o políticas. En este momento en que las instituciones han perdido credibilidad, se hace más necesario recuperar la voz, y ejercitar la expresión, para dar orientación y transmitir la imagen de un Dios que acoge, acompaña y se compadece de quienes lo buscan.




[2] Martínez Cano, S. 2016 “Recuperar la voz, ejercitar la expresión, liberar la pasión por Dios”, en Mujeres, mística y política. La Experiencia de Dios que implica y complica. Verbo Divino.Navarra. pp.231-251

2 comentarios:

  1. Gracias x compartir esta reflexión, muy apropiada y de gran motivación. Saludos.

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  2. Gracias por compartir esta reflexión, la cual nos hace un llamado a hacer un uso adecuado de nuestro tiempo en estos momentos cuando estamos en casa, ese tiempo que pasemos con nuestro Dios nos capacitará para ser las María Magdalena de este momento para dar buenas noticias a los que más lo requieren. Gracias. Saludos.

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