Caminando sobre el
mar
Ana María Urrutia
“Ven —dijo Jesús.
Pedro bajó de la barca y caminó sobre el agua en
dirección a Jesús. Pero, al sentir el viento
fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó:
—¡Señor, sálvame!”
Luego de este encuentro de
Pedro con Jesús, ahí en medio del mar y la tormenta, Jesús pregunta a Pedro “¿por
qué dudaste?”. La biblia nos relata una y otra vez momentos en los que el
hombre duda, momentos de inseguridad, aflicción y muchos momentos de caída.
Ninguno de estos momentos es narrado para cuestionar el hecho del que el hombre
duda, justamente lo contrario. Dudamos, nuestra razón golpe tan fuerte nuestra
mente que nos paralizamos frente a las circunstancias de nuestra vida que no
conocemos, frente a esos momentos en los que no sabemos qué hacer porque
recordamos que somos frágiles, tal cual como Pedro que “…al sentir el viento fuerte,
tuvo miedo y comenzó a hundirse”. Momentos
así hacen que poco a poco comencemos a hundirnos, los problemas nos agobian de
tal manera que no sabemos como caminar en medio de la tormenta. “En seguida
Jesús le tendió la mano y lo sujetó” Él nos llama a caminar sobre esas
aguas, es él quién nos dice “ven”, Él está seguro de que vamos a llegar,
pues está con su mano extendida esperando a que crucemos. Sin embargo, el
evangelio nos lanza la pregunta, para recordarnos que dudar es normal. Si
salimos de esa tormenta es por qué Jesús estuvo ahí extendiendo su mano para
levantarnos.
Ninguna de nosotras tiene la
capacidad de enfrentar las dificultades solas. Esa mano extendida de Jesús la
necesitamos, pues todas somos aquel Pedro que duda. Pero también podemos ser
aquella mano que ayuda. Todas somos invitadas a ser un reflejo de Dios. A veces
vamos a ser Pedro, confundidas, agobiadas, frágiles, sin saber qué hacer y cómo
levantarnos en medio de esa tormenta. Pero también podemos ser la mano de Jesús
en la vida de muchas, esa mano que se extiende para ayudar, para levantar y
para recordar la pregunta que el evangelio nos hace una y otra vez: ¿Por qué
dudaste?, no con la intención de juzgar, sino con la intención de recordar que
podemos, podemos cruzar, podemos salir de aquel momento de aflicción. Si dudamos,
que sea para recordar que quien nos llama es aquel que está con la mano
extendida creyendo en nosotras.
Permitámonos ser Pedro,
aceptemos nuestros momentos de aflicción, eso nos hace aún más merecedoras del
amor de nuestro Dios. Pero también estemos atenta y seamos en la vida de muchas
la mano de Jesús que se extiende para ayudar.
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