Menos de mí, más de Ti
Para introducir el tema de hoy, queremos detenernos
y reflexionar acerca de las siguientes preguntas: (colocaremos algunas respuestas sólo a modo de
ejemplo, ud. puede colocar sus propias conclusiones)
·
¿Qué falsos pensamientos acerca de Dios hemos
albergado en nuestro corazón?
R: por ejemplo, que tenemos el derecho de juzgar a los demás por su
apariencia, vestimenta, credo, raza, etc…
·
¿Qué temores nos roban la paz y desvían nuestra
atención de lo eterno?
R: Embarazo,
casamiento, trabajo, envejecer, morir, enfermedad, etc…
Si la religión que hemos desarrollado nos hace Juzgar
más y Amar menos; Condenar más y Amar menos; Controlar más y Abrazar menos; Querer
tener más y servir menos; Justificar más la guerra y abrazar la paz menos, etc.
Puede seguir llamándose religión, ¡pero
evangelio JAMÁS!
Sabemos que Dios nos llama a compartir su Evangelio.
Pero, ¿sabemos de qué se trata el evangelio? Muchos podrán decir, sí, es entregar la Buena Noticia.
Pero, ¿Cuál es esa noticia? Es el mayor tesoro que podemos compartir, El reino
de Dios, el perdón y la salvación.
Cabe
destacar, que la salvación no debe ser considerado como un evento en nuestras
vidas, sino que muy por el contrario es Hecho que nos lleva a vivir un nuevo estilo
de vida.
En la práctica, ¿Cómo es nuestro
estilo de vida?
Nuestro estilo de vida debe tener como meta llegar
a conocer a Dios, andar como Él anduvo.
El estilo de
vida de Jesús, fue entregarse a sí mismo, no se aferró a su igualdad con
Dios. Más bien él dijo: Mi comida es
hacer la voluntad del Padre.
Cristo se entregó por entero, se vació de su deidad para hacerse humano
y morir por nosotros, para que nosotros con su muerte, resucitáramos a una
nueva vida, y con su resurrección, tuviéramos vida en abundancia. Sólo podemos
vivir esa vida, si hemos creído y aceptado el sacrificio de Cristo. Ese fue su
estilo de vida, su forma de vivir.
Ahora nos
queda preguntarnos, ¿Cómo sabemos si hemos llegado a conocer a Dios? En el
libro de 1 Juan 2:3-6 tenemos una ayudita, “3
Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. 4 El
que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y
la verdad no está en él; 5 En cambio, el
amor de Dios se manifiesta plenamente[b] en la vida del que obedece su palabra. De este modo sabemos que estamos unidos a
él: 6 el que afirma que permanece en él debe vivir como él vivió”
¿Cuáles son
los mandamientos que debemos guardar? En el libro de Mateo 22:37-39 está la
respuesta. “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda
tu mente” —le respondió Jesús—. Este es el primero y el más
importante de los mandamientos. El segundo se parece a este: “Ama a tu
prójimo como a ti mismo”.
Pero esto no
lo haremos por sí solos, ya que en el antiguo testamento (Ezequiel 36:26) Dios
hace una promesa que nos ayudará a cumplir con estos mandamientos. “Les daré un nuevo corazón, y les infundiré
un espíritu nuevo; les quitaré el corazón de piedra que ahora tienen, y les
pondré un corazón de carne” con esto de seguro nos será más fácil poder
amar a nuestro prójimo, ya que nuestra tendencia humana suele ser un poco más egoísta.
El Apóstol
Pablo escribió una cartas a los filipenses, y lo hizo nada menos que desde la
cárcel, y desde allí inculcaba a todos vivir una vida cristiana feliz, instándolos
a gozarse en las pruebas, porque ellas cosechan virtudes, como la paciencia y
la perfección en Cristo:
“2 completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo
el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. 3 Nada hagáis por contienda
o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como
superiores a él mismo; 4 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual
también por lo de los otros. 5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo
también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser
igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo,
tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la
condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz.”
Nuevamente nos habla de los demás, del prójimo, amar al prójimo como a
nosotros mismos. Algo práctico es querer vernos y sentirnos bien, lo mismo
debemos de desear y aportar a nuestro prójimo, apartar para su bienestar.
Otro tema que
deberíamos reflexionar, es el llamado del apóstol a pensad en todo lo bueno,
agradable y perfecto. Entonces detengámonos y pensemos,
¿QUÉ ES LO
JUSTO? R: Hacer misericordia con el prójimo, no solo compasivo
Consideremos que Justicia es “Principio
moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo
que le corresponde”
¿QUÉ ES LO VERDADERO? R: Todo
aquello que no es pecado, lo que no es mentira, lo que es verdad.
¿QUÉ ES LO PERFECTO? R: Hacer la
voluntad de Dios, que es amarlo a Él y
amar al prójimo.
Lo perfecto es la vida de Jesús. El ofreció lo que era.
Ofreció su vida, por que él es vida, nos da su amor, por que él es amor, nos
guía por que él es el camino, sacia nuestra sed, porque él es agua de vida,
sacia nuestra hambre, por que él es el pan de vida. Es nuestra
compañía en medio de las aflicciones y problemas.
Juan 16.33 “Yo les he dicho estas
cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero
¡anímense! Yo he vencido al mundo”
Todo lo que vaya en dirección contraria, es pecado podríamos
definirlo como no conducirnos hacia la
voluntad de Cristo.
Si nos damos cuenta, lo único que hay de nosotros
en esto, es la obediencia, ese es nuestro aporte. No se trata de mí, se trata
de ti.
Menos de mí, más de ti.
Desarrollado por Pamela Martinez Carvallo
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