miércoles, 13 de mayo de 2020

Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.


Elizabeth Palma Gallardo

Esta semana se confirmó un escenario que muchos veíamos como probable, pero que no sabíamos cuándo podría suceder. Fue lapidario escuchar, Santiago en su totalidad estará confinado por (al menos) los próximos 7 días.

Esta noticia generó que se volvieran a exacerbar los sentimientos de frustración, de limitación, de encierro. Una sensación de perder todo lo que hasta hace pocos meses atrás teníamos. En algunos casos, como consecuencia de la pandemia se han perdido fuentes de trabajo, otros han perdido la salud y en el peor de los casos, algunos también han perdido su vida. Como seres humanos, cuando perdemos algo, tendemos a enojarnos, a ver esa pérdida como un castigo. Somos como adolescentes cuestionando el castigo o la corrección de los padres. Cuando nos enfrentamos a situaciones críticas o complejas, no tendemos a verlas como un acto de amor que nos lleve a agradecer a Dios, por el contrario, nos enojamos y hasta llegamos a considerarlo injusto.

En el libro de Job vemos a un hombre que lo sufrió todo y de golpe, empezando por la pérdida de todos sus bienes (Job 1:14–17) y de sus hijos (Job 1:18–19). Más adelante leemos que Job también es afectado en su salud con una terrible sarna (Job 2:7–8), que sus amigos en vez de consolarle le acusaban de pecar, y que su familia y conocidos lo dejaron a su suerte (Job 19:13–14,19). Lo más doloroso tal vez es cuando el Señor mismo limita su comunicación con el dejándolo por momentos solo (Job 13:24) tal como el Salvador lo estuvo por un breve momento al expiar los pecados del mundo.

Hoy en día, muchos cristianos han visto su Fe a prueba, porque repentinamente han perdido sus trabajos, se han visto relegados a quedarse en casa, a esperar que algún bono o ayuda gubernamental les permita pagar deudas y/o llegar con dinero suficiente a fin de mes, algunos han perdido la tranquilidad, la paz, la confianza y hasta la fe. Son situaciones complejas, porque pasamos de tener trabajo, salud, planes de viajes (todo bajo control) a una situación de plena incertidumbre. Nos cuesta ver que, pese a lo terrible que estamos viviendo, esto es parte de la voluntad de Dios para nuestras vidas, y aunque extraña y difícil de asimilar, es buena, agradable y perfecta. (Romanos 12:2 b)

A pesar de todo lo vivido, Job solo tiene alabanzas para el Señor al aceptar la prueba y decir “Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. Jehová dio y Jehová quitó: ¡Bendito sea el nombre de Jehová!”. (Job 1:21) Después de enlistar todo lo que había perdido por causa de las pruebas a pesar de ser un hombre justo, su testimonio del Salvador seguía inquebrantable “Yo sé que mi Redentor vive, y que al final se levantará sobre el polvo. Y después de deshecha esta mi piel, aún he de ver en mi carne a Dios, a quien yo veré por mí mismo; y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi corazón se consume dentro de mí.” (Job 19:25-27)

No tenemos respuestas a las preguntas como: ¿Por qué Dios permite esto o aquello? No podemos tratar de entender o saber a priori cuales son los planes de Dios en estas circunstancias, por eso sólo nos queda confiar y creer en las promesas de Dios. Como lo señala el libro de Jeremías “Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza.”

El libro de Job nos muestra cómo reaccionar ante la adversidad -con madurez espiritual y humildad- y también nos deja ver cómo el Señor está pendiente durante toda la prueba de sus hijos. Dado lo anterior, las quiero dejar con algunas preguntas para reflexionar: ¿Qué tan lejos estamos de alcanzar la madurez espiritual que tuvo Job cuando comenzó a ser probado?,¿Qué tan humildes somos para reconocer, como lo hizo Job, y decir “De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven” (Job 42:5)

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