jueves, 30 de abril de 2020


Esperando en Dios


Pamela Martínez Carvallo
Cuando estamos pasando por dificultades, es bueno tomar nuestra biblia y repasar las vivencias de algunas personas que han impactado nuestras vidas por su fe (en hebreos 11 podemos encontrar un resumen de varios). Esto nos ayuda a entender que no somos las únicas viviendo circunstancias adversas.
El desierto se describe como un lugar hostil, seco, solitario, despoblado e imponente, nos sugiere soledad, hambre, desnudez y tal vez miedo y sin pensarlo mucho no es un lugar donde escogeríamos vivir.
Cuando nos vemos enfrentados a nuestras circunstancias poco fáciles, la preocupación y el miedo son los primeros mecanismos de defensa que activamos y en ese momento comenzamos a caminar en el desierto, a sentirnos solas y desprotegidas y eso nos produce miedo, porque no sabemos lo que viene más adelante.
Génesis nos narra la experiencia de Agar, la madre de Ismael y esclava de Saray. Agar tuvo la experiencia de pasar por el desierto 2 veces:
La primera vez, Génesis 16 nos relata que Saray al no ver la promesa de Dios de darle descendencia, tomó la decisión de no esperar y de entregar a su esclava Agar para que tuviera relaciones con su esposo Abram para engendrar un hijo. Saray buscó su propia solución y fue así que la embarazada Agar, comenzó a mirar con desprecio a su dueña (esto porque en aquellos tiempos, la corona de la mujer era tener hijos y Saray no podía porque era estéril). Entonces Saray comenzó a maltratarla, porque recordaba que le fue entregada una promesa que no se cumplía. Es por esta situación que Agar huye al desierto, sola y desconsolada. Estando allí en el desierto, se le aparece el ángel del Señor para fortalecerla y pedirle que regrese al lado de su dueña, y no solo que vuelva, sino que se someta a su autoridad. Agar en medio de su aflicción pudo darse cuenta de que Dios había visto su dolor y dijo “ahora he visto al que me ve”.
La segunda vez, Génesis 21 nos relata que Agar y su hijo Ismael, fueron expulsados del campamento, por el comportamiento que Ismael tenía hacia Isaac (hijo de Abraham y Sara). Se burlaba de él, y ella al darse cuenta, le pidió a Abram que los expulsara del campamento. Así es que por segunda vez Agar volvía al desierto, pero ahora con su hijo. Ellos anduvieron errantes  y al acabarse el alimento se sentó a llorar desconsoladamente porque no quería ver morir a Ismael que también sufría. Pero nuevamente y en este lugar, el ángel del Señor se les aparece para darle consuelo y alimento, para animarla y fortalecerla.
En ambos casos, ya sea por decisión propia, o decisiones de otros, Agar se encontró viviendo en el desierto. Podemos ver en el caso de Agar que Dios estuvo con ella y hoy no es diferente para nosotras. Dios sigue presente en nuestras vidas, Él no ha cambiado!
Abandonarnos en sus manos es esperar la salvación de Dios para nuestras vidas, no dudemos ni por un momento que Él vendrá a darnos paz y alimento en medio de nuestras dificultades, sólo debemos creer que Él está. Dios con nosotros. Emanuel.
Por ello, como dice Pablo en la carta a los Romanos, podemos alegrarnos cuando estemos en dificultades, porque al final del día veremos el amor de Dios sobre nosotras.

También nos alegramos al enfrentar pruebas y dificultades porque sabemos que nos ayudan a desarrollar resistencia.  Y la resistencia desarrolla firmeza de carácter, y el carácter fortalece nuestra esperanza segura de salvación.  Y esa esperanza no acabará en desilusión. Pues sabemos con cuánta ternura nos ama Dios, porque nos ha dado el Espíritu Santo para llenar nuestro corazón con su amor. (Romanos 3:5 NTV)
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