Por Ana Urrutia Mattus
“Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me
busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde los cielos, perdonaré
su pecado y restauraré su tierra” (2 Cr 7,14) (NVI)
Mucho hemos clamado a Dios este último tiempo para que obre y
haga justamente lo que se menciona al final de este versículo, que sane la
tierra. Cadenas de oración, invocaciones a la misericordia de Dios, no solo por
parte del pueblo evangélico, sino también por aquellos que en su desesperación
y angustia claman a ese Dios, del que han escuchado, hace milagros. Invocaciones
y peticiones legítimas, que creemos que Dios en su misericordia, escucha.
Pero frecuentemente al leer el pasaje, no prestamos atención
al requisito que Dios establece para perdonar nuestros pecados y sanar nuestra
tierra.
El versículo es la respuesta de Dios a Salomón, ante la
oración de éste. Salomón había terminado de construir el templo que había sido
prometido en el reinado de David, su padre. En el momento en que Salomón
presenta al pueblo la obra finalizada, exclama a Dios “Señor, Dios de Israel,
no hay Dios como tú en el cielo ni en la tierra, pues tú cumples tu pacto de
amor con quienes te sirven y te siguen de todo corazón. Has llevado a cabo lo
que le dijiste a tu siervo David, mi padre; y este día tu has cumplido con tu
mano lo que con tu boca prometiste” Salomón continúa y ruega a Dios que atienda
a la oración y a la súplica de su siervo y de su pueblo; que por misericordia
escuche y perdone. “Cuando venga cualquier calamidad o enfermedad, si luego de
su dolor cada israelita, consiente de su culpa ora y te suplica, óyelo tu desde
el cielo, donde habitas y perdónalos” Luego de la oración de Salomón y de la
fiesta que el pueblo ofrece para celebrar el bien que Dios había hecho con
David, Salomón y su pueblo, Dios habla y se le aparece a Salomón diciendo: “he
escuchado tu oración”.
Que hermoso, alentador y esperanzador ver cómo Dios escucha
la oración de su siervo. Salomón pide a Dios que, además, escuche la oración
del extranjero que, atraído por la fama de Dios, venga y oré a él.[1]
Dios responde, pero aclara. “Cuando yo cierre los cielos,
para que no llueva, o le ordene a la langosta que devore la tierra, o envíe
peste sobre mi pueblo, si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora,
y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde los cielos
perdonaré su pecado y restauraré su tierra. Mantendré abierto mis ojos y atento
mis oídos a las oraciones que se eleven en este lugar”.
Tanto Salomón en su oración, como Dios en su respuesta
insisten en algo. El pueblo de Dios se debe humillar, debe arrepentirse de sus
malos caminos. Dios no le habla al pueblo vecino, ni le habla a un extranjero.
Dios les habla a aquellos que escogió, a los que llevamos su nombre. Dice que
debemos arrepentirnos. Nosotros, los que invocamos su nombre. Nosotros, la
Iglesia que lo proclama. La iglesia, su pueblo, debe abandonar la mala
conducta, buscarlo y humillarse. El extranjero debe sentirse atraído por esto.
Debe buscar el arrepentimiento de su mala conducta a través de la oración,
porque así lo hace el pueblo de Dios, y porque eso sin duda, creemos trae el
perdón de los pecados, y por misericordia, traerá la sanación de la Tierra.
Este arrepentimiento parte por nosotros, su Iglesia. Cabe recordar las palabras
de Salomón “Cuando venga cualquier calamidad o enfermedad, si luego de su dolor
cada israelita, consiente de su culpa ora y te suplica, óyelo tu desde el
cielo, donde habitas y perdónalos”
Seamos conscientes, día a día de nuestra conducta.
humillémonos antes el Señor, oremos y busquemos su rostro. Y creyendo en sus
promesas, sabemos que el oirá nuestro clamor.
Buenos días, gracias por tu reflexión. Creo que esta pausa en nuestras actividades, este tiempo alejados de las rutinas diarias fuera de casa nos ha permitido a todos reflexionar sobre nuestra vida, el sentirnos angustiados y atemorizados por lo que sucede a nivel mundial también nos ha acercado a Dios rogándole por su mieericordia y protección. Ojalá sea una práctica que quede más allá de estos días, que podamos autoevaluarnos, entender que hay áreas de nuestra vida que debemos cambiar y pedir la guía de nuestro padre en este proceso para apartarnos del mal.
ResponderBorrarGracias.